Mientras gran parte de los habitantes, las industrias y el comercio se detienen sin saber cómo reaccionar ante la crisis actual, la producción de alimentos continúa como un motor silencioso y más crucial que nunca.

La supervivencia del ser humano depende de los alimentos, y justamente, al ser un sector indispensable, esta actividad es una de las mayores generadoras de empleo y capital a nivel global.

La importancia de este sector en la situación actual nos obliga a repensar el sistema y diseñar y promover un nuevo modelo de producción, distribución, comercialización y consumo de alimentos.

Los sistemas de producción de alimentos han evolucionado a través del tiempo, lo que nos hace preguntarnos, ¿cómo cambiará la producción alimenticia tras la situación actual?

Este sector enfrenta ya grandes desafíos que incluyen el cambio climático, el crecimiento poblacional, la crisis del agua, problemas estructurales e institucionales como la desaparición de programas de apoyo y subsidios a la producción, la baja en los precios internacionales de los productos y la búsqueda continua de una producción más eficiente y de mejor calidad para el abastecimiento de la humanidad.

Más allá de los retos a corto plazo de hoy en día frente al aislamiento y la crisis económica, la realidad a la que se enfrenta el mundo deja en evidencia estos problemas estructurales profundos, en la que las poblaciones más vulnerables son nuevamente las más golpeadas, y las que menos capacidad de reacción poseen.

La manera en la que producimos y consumimos nuestros alimentos es, actualmente, la amenaza ambiental más grande a la que nos enfrentamos:  La producción de alimentos utiliza el 69% del agua dulce, es responsable del 30% del consumo de energía, y del 75% de la deforestación a nivel mundial.

Existe evidencia suficiente de que la producción convencional puede llegar a degradar y empobrecer los suelos agrícolas, sobreexplotar las reservas de agua dulce, contaminar los mantos freáticos, el suelo y el aire a través de procesos de fertilización, fumigación y uso de fuentes de energía no renovables.

Adicionalmente, el modelo de las cadenas de suministro actuales perjudica principalmente a las poblaciones más vulnerables, desde los pequeños y medianos productores que no reciben un precio justo por su producto, hasta comunidades marginales que no tienen acceso a una alimentación digna.

Por otro lado, existe una concentración de la propiedad de las mejores y más aptas tierras para cultivo, en manos de pocos propietarios. Es por esto que la producción de alimentos plantea una paradoja social, ambiental y moral, que pone en evidencia los problemas sistémicos más profundos del mundo actual.

Sin duda, la situación actual brinda una nueva perspectiva y oportunidad para replantear los sistemas tradicionales de producción alimenticia y promover nuevos modelos capaces de garantizar una mejor producción y una distribución de los ingresos más justa, que valore y capitalice el trabajo de los pequeños productores, que promueva alternativas de producción eficientes y de menor impacto ambiental, que estimule a sus consumidores e incentive un consumo consciente, eliminando el desperdicio a lo largo de la cadena, desde la producción hasta la mesa final.

En respuesta a estos retos y desafíos se han generado nuevas tendencias mundiales de producción de alimentos más sostenibles y socialmente responsables alrededor del mundo, como son las certificaciones sociales y ambientales, y otras técnicas de producción, tales como la agroecología, la agricultura orgánica y la permacultura.

Las tendencias de producción sostenibles incluyen políticas públicas impulsadas por gobiernos ocupados en estos temas,  como la prohibición del cambio de uso de suelo de ecosistemas naturales, la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, (manifestada en la Agenda 2030 de la ONU), el manejo integral de desechos, el manejo inteligente de los cultivos, el manejo eficiente del agua, sistemas más justos y solidarios de producción y comercialización, y la implementación de mejores prácticas sociales y laborales.

El verdadero cambio dependerá de la adopción de las nuevas tendencias. Es necesario que la industria alimenticia (en todos los eslabones de la cadena) cambie su modus-operandi, para así caminar hacia modelos de producción más sostenibles y responsables con el ambiente.