Desde que Ovidio Guzmán duerme en la cárcel-rascacielos de Chicago se respira un aire más ligero en Lomas de Sotelo. El Ejército mexicano logró quitarse una piedra afilada del zapato. El fallido operativo de la captura y posterior liberación de Ovidio Guzmán, que se conoce coloquialmente como el Culiacanazo, fue un trago demasiado amargo para el instituto armado. La captura definitiva, también en Culiacán, tuvo un costo en vidas excesivo para un personaje de su nivel. El gobierno de EU presionó porque quiere mostrar avances concretos en su lucha contra los traficantes de fentanilo, negocio en el que destacan los Chapitos. El narcotráfico es un negocio donde muerto el perro no se acaba la rabia. Ovidio pasará décadas detenido, pero el tráfico no cesará mientras no amaine el apetito voraz de drogas de aquel lado de la frontera. Siempre habrá de este lado traficantes acomedidos para satisfacer la demanda. Pero que fechorías de Ovidio no queden impunes es, sin duda, una buena noticia. Relata «Pepe Grillo» en Crónica