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Trump vs Musk, un divorcio tortuoso; ¿Quién pierde más?

El magnate y el presidente de Estados Unidos están enfrascados en una guerra en la que ambos tienen mucho qué perder: el primero, en créditos, contratos y privilegios; el segundo, en lo que más le duele: poder

eluniversal.com

Miami, 7 de junio de 2025.- La implosión de la alianza entre Donald Trump y Elon Musk fracturó el núcleo del poder estadounidense. De una relación simbiótica, el presidente más disruptivo de la era moderna y el magnate tecnológico más influyente del planeta pasaron a una guerra total, con deslealtades, acusaciones y amenazas económicas. ¿Quién pierde más?

A corto plazo, la respuesta es Musk: Muchos de sus negocios están relacionados con contratos con el gobierno. Por ejemplo, SpaceX, una compañía de Musk a la que el gobierno de Estados Unidos ha pagado o prometido alrededor de 21 mil millones de dólares desde 2008, de acuerdo con un análisis del diario británico The Independent.

Lo opuesto también es cierto: el gobierno estadounidense es hoy tan dependiente de SpaceX que ahora incluso la Nasa puede verse metida en problemas, al ser las naves de SpaceX las que llevan y traen astronautas hacia y desde la Estación Espacial Internacional.

El año pasado, el diario estadounidense The New York Times informó que en el último año, el gobierno prometió contratos a las empresas de Musk, incluyendo también Tesla, por 3 mil millones de dólares de 17 agencias federales.

SpaceX y Tesla se han beneficiado, además, de créditos fiscales y otros beneficios que se terminan con esta guerra.

Musk, además, enfrenta posibles investigaciones de sus propias actividades por parte de organismos como la Comisión del Mercado de Valores, que evalúa si infringió las normas cuando compró su participación inicial en X, entonces llamada Twitter, antes de lanzar su OPA por la empresa. Ahora que ya no es parte del gobierno, sus acciones (incluyendo el acceso privilegiado a información) en el lapso que estuvo al frente del DOGE seguramente ya no serán vistas como “brillantes” y “hermosas” por parte de Trump, sino como “sospechosas”, por decir lo menos. Y las denuncias de posible abuso de poder pronto podrían traducirse en demandas.

Neuralink, la empresa de interfaces cerebro-computadora de Musk, está bajo la supervisión de la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA). Aunque la FDA aprobó ensayos clínicos limitados, persisten preocupaciones sobre la seguridad de los dispositivos y la ética en la experimentación humana. Cualquier revocación o suspensión de estos ensayos podría afectar significativamente el desarrollo de la empresa.

La Administración Nacional de Seguridad del Tráfico en las Carreteras (NHTSA) está investigando a Tesla por problemas relacionados con su tecnología de conducción autónoma y los planes de lanzar robotaxis. Estas investigaciones podrían resultar en restricciones o sanciones que afectarían los futuros desarrollos tecnológicos de la compañía.

SpaceX y su servicio de internet satelital Starlink están bajo la lupa de la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC) y la Administración Federal de Aviación (FAA). La FCC evalúa el uso del espectro de frecuencias por parte de Starlink, mientras que la FAA podría imponer restricciones  debido a posibles violaciones de licencias. Estas acciones regulatorias podrían limitar las operaciones y expansiones futuras de ambas entidades.

El Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE), liderado por Musk, ha sido objeto de múltiples demandas por presuntas violaciones de la Ley de Privacidad de 1974. Se alega que DOGE accedió sin autorización a datos personales y financieros de ciudadanos estadounidenses. En febrero de 2025, un juez federal bloqueó temporalmente el acceso de Musk y su equipo a los datos del Departamento del Tesoro, ordenando la eliminación de cualquier copia no autorizada.

La Comisión de Bolsa y Valores (SEC) mantiene litigios relacionados con la adquisición de Twitter por parte de Musk en 2022. Además, la Comisión Federal de Comercio (FTC) podría estar investigando posibles prácticas antimonopolio y preocupaciones sobre la privacidad de datos en la plataforma X (anteriormente Twitter). Estas investigaciones podrían resultar en sanciones o restricciones adicionales para las operaciones de Musk.

En febrero de 2025, se presentó una demanda colectiva (Gribbon v. Musk) contra Musk, la Oficina de Administración de Personal y el Departamento del Tesoro. La demanda alega que DOGE accedió indebidamente a datos personales y financieros de empleados federales y beneficiarios, exigiendo compensaciones por estas acciones. 

Trump lo dijo claramente: “La forma más fácil de ahorrar dinero es rescindir los subsidios y contratos gubernamentales de Elon”. Ante los riesgos que corre el multimillonario, las acciones de Tesla se desplomaron más del 14%, una caída histórica que borró más de 150 mil millones de dólares en capitalización de mercado, equivalente a unos 30 mil millones de dólares en la fortuna personal del magnate. SpaceX, socio clave de la NASA, también entró en zona de turbulencia por temor a recortes.

“Las amenazas de Trump de recortar subsidios y contratos gubernamentales podrían tener consecuencias reales para Musk. SpaceX es un contratista clave de la NASA, Tesla depende de créditos fiscales federales para vehículos eléctricos, y las empresas de Musk están profundamente integradas en la infraestructura de defensa, aeroespacial y energética. Analistas advierten que una campaña sostenida contra Musk desde la Casa Blanca podría desestabilizar la confianza de los inversionistas, complicar aprobaciones regulatorias y trastocar asociaciones federales por miles de millones”, advirtió el diario The Guardian.

Pero Trump tampoco la tiene fácil.
La guerra se desató por el rechazo de Musk a un proyecto fiscal que tachó de “abominación”, al señalar que podría añadir hasta 2 mil 400 millones de dólares a la deuda de los Estados Unidos en la próxima década.

Ya sin un lugar en el gobierno y el corazón de Trump, Musk no sólo se lleva sus millones, que desde la campaña ha invertido en el magnate (más de 300 millones de dólares) y sus proyectos (“sin mí no hubieras ganado”, le espetó), sino que tiene una trinchera, X, de 563 millones de usuarios activos desde la cual puede bombardear no sólo esta iniciativa, sino cualquier proyecto de la administración actual.

Algunos estrategas demócratas temen que la pelea Trump-Musk beneficie a éste último en otro sentido: reforzando su imagen de outsider poderoso capaz de desafiar al establishment desde fuera del sistema. De hecho, Musk ha insinuado públicamente la posibilidad de fundar un nuevo partido político. “El pueblo ha hablado. Se necesita un nuevo partido político en Estados Unidos que represente al 80% de en medio. Y exactamente el 80% de en medio está de acuerdo. Es el destino”, posteó este viernes en X.

Aunque por su lugar de nacimiento no puede aspirar legalmente a la presidencia, su capacidad para atraer votantes desencantados de ambos bandos, sumada a una fortuna personal capaz de financiar campañas enteras, plantea un desafío real al sistema bipartidista.

Trump intenta recuperar el control del relato. En público, minimiza el conflicto: “Ni siquiera estoy pensando en Elon, tiene un problema, el pobre tiene un problema”, dijo a CNN. “El hombre ha perdido la cabeza”, añadió, para más tarde decir que: “Le deseo el bien”.

Pero en privado, su equipo reconoce el daño. El proyecto de ley fiscal, piedra angular de su segundo mandato, se ha vuelto políticamente tóxico. Y Musk es una amenaza para su agenda y para el Partido Republicano . Con las elecciones de medio término acercándose, la ruptura también abre la puerta a un cambio en el equilibrio de poder: si Musk decide financiar candidatos alternativos o retirar su apoyo económico a los republicanos, podría alterar por completo el mapa electoral y el futuro del partido de Trump, y de éste mismo.

A esta guerra no le falta ningún ingrediente: ni siquiera los secretos que cada uno sabe del otro, desde posibles adicciones de Elon y “tranzas” hasta la implicación que sugirió Musk sobre Trump con el difunto pederasta Jeffrey Epstein.

Mientras los estadounidenses hacen memes del “Alienlon vs DepredaTrump”, o de la “telenovela con presupuesto federal”, expertos sostienen que el caos actual podría ser una oportunidad para reformar las reglas del juego y limitar la influencia empresarial directa sobre las políticas públicas, reforzar la transparencia en el financiamiento político y restaurar los equilibrios entre poderes. Otros, más pesimistas, ven en este episodio una confirmación de que la política ha sido colonizada por el dinero sin retorno posible.

Por lo pronto, el país asiste a un momento definitorio. El “Big Beautiful Breakup”, (el hermoso rompimiento), como lo han llamado en tono irónico varios comentaristas aludiendo al Hermoso y Gran proyecto de ley fiscal que causó todo, no es solo una pelea entre Trump y Musk. Es el símbolo de un sistema en tensión, un espejo de las fragilidades institucionales y los excesos de personalismo que hoy configuran el poder en Estados Unidos. Nadie sabe cómo terminará, pero lo que está claro es que nadie saldrá ileso.

 

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