El alteño perdió el piso.
Parado en un ladrillo, el hermano de Constantino, cree tener agarrado al partido en el poder de los tompiates.
Su mentecita lo ha traicionado y, lo peor, se la ha tomado muy en serio.
Pobre alteño.
Pero vayamos por partes.
Por todos es conocido el actuar de este negocio. Y, por supuesto, que Veracruz no es la excepción, aquí en la entidad este amorfo personaje lleva años al frente de la Comisión ejecutiva estatal de dicho membrete, sus malquerientes, afirman que lleva años usufructuando las siglas, usted les cree, nosotros también.
Por todos es conocido que dicho membrete no es otra cosa que un negocio familiar, donde el amo y señor es el famoso Profe Anaya. Sí, el que regentea esta rémora, disfrazada de instituto político, es el hidrocálido personaje, quien precisamente al momento de escribir estas líneas está festejando su cumpleaños.
Desde su nacimiento, a inicios de la década de los noventa, el Partido del Trabajo ha venido alquilando las siglas, se ha postrado ante el gobierno en turno convirtiéndose en una auténtica comparsa electoral, la ideología, las bases y todo lo demás simple y sencilla le ha valido madre al Profe.
Por eso ahora que el alteño, fiel a su estilo y costumbre, emite sus tradicionales sandeces ya nadie le cree, nadie lo voltea a ver y dicen sus allegados, sólo lo harán aquellos que se interesen en comprar alguna candidatura.
Vicente Aguilar, es el clásico político oportunista, ocurrente y mentiroso.
El alteño sabe acomodarse, es escurridizo y hábil una muestra de lo anterior es el logró obtenido para su vástago el ahora alcalde de Alto Lucero. Un alcalde que en los casi dos años de estar al frente de tan pujante municipio nada bueno ha hecho a favor de sus paisanos.
Tal parece que, en Veracruz, el Partido del Trabajo, es un negocio redondo para el alteño, una minita de oro que muy buenos dividendos le ha dejado.
Lo cierto es que Morena no puede caer en el exceso de confianza, ya que de ser así los enanos le habrán de crecer.
Aún es tiempo.