En un ambiente de polarización que se atiza a cada momento, no ha faltado quien haya puesto a debate si vale la pena dar ayuda para los damnificados de Acapulco. Han además surgido señalamientos de si deben ser instituciones públicas o privadas las que los entreguen y también se ha pretendido criticar que las Fuerzas Armadas asuman en este momento un rol principal en esa tarea. En todos los casos, sin embargo, se han estado poniendo por delante argumentos basados en consideraciones políticas e ideológicas. Y en ellas la empatía por las personas que, sin lugar a dudas, necesitan ayuda ha pasado a un segundo plano. Valdría la pena escuchar a los afectados por Otis que claramente dicen que ahorita ni siquiera les sirve el dinero, lo que quieren es agua y comida. Es tiempo de confiar y de no dejar de ayudar. Y, sobre todo, de dejar que haga el trabajo a quien le toca hacerlo. | Se lee en “Rozones” de La Razón.