Le suena este nombre. 

Sí, le atino, es el consanguíneo de Tantontino, perdón de Constantino, aquel priista que se dio a conocer más por sus acciones fraudulentas que por trabajar en favor del instituto político que lo llevo al poder dándole fama y dinero. 

Le cuento. 

Bueno pues el tal Vicente, tiene años que es el regenteador número uno en la entidad veracruzana, él mangonea ese negocio llamado Partido del Trabajo, ese membrete que bastante dinero le ha dejado al famoso “Profe” Anaya y sus compinches, de los cuales, por cierto, Aguilar Aguilar, es uno de ellos. 

Tiene rato que Vicente, gracias a las prerrogativas que le deja dicho negocio, lleva una vida de jeque. Sus únicas faenas son andar deambulando por todo el estado, comiendo y bebiendo muy bien, todo con cargo al erario, todo facturado, y el negociar puesto de elección popular para los suyos. 

El mejor y más diáfano ejemplo es su hijo. 

Sí, el flamante alcalde que tienen los alteños, esos pobres pobladores que llevan varios años viviendo en la orfandad, en el olvido y que, por lo que se vislumbra, en los próximos tres años y medio que restan, no tienen para donde hacerse, les espera un cuatrienio de penurias e ingobernabilidad. 

Vicente, en la entidad veracruzana, es cabecilla del negocio ese, del instituto político que, se dice, vende espacios electorales al mejor postor, obteniendo ganancias envidiables mismas que sólo engrosan las cuentas bancarias de unos cuantos.   

Dicho membrete forma parte de la famosa “chiquillada”, de esos partidos satélites a los cuales bastante bien las ha ido en el negocio ese de las llamadas alianzas. 

Entre sus ambiciones a satisfacer destaca el obtener espacios dentro de los gobiernos para sus amigos, para la parentela, las queridas y hasta para los mayates en turno. 

Realmente el Partido del Trabajo, no representa nada ni a nadie, mucho menos es considerado una verdadera opción electoral. 

No olvidemos que el PT ya ha sido utilizado por casi todos los demás institutos políticos, ha forjado amasiatos electorales con la mayoría de ellos valiéndole madre su ideología, sus principios y sus estatutos. 

Aquí lo primero, y lo más importante, son el dinero y las canonjías políticas. Aquí lo primordial es vender la franquicia y encontrar a quien esté dispuesto a pagar la cuota. 

Así de sencillo. 

Lo único que preocupa a dicho negocio, al menos aquí en la entidad veracruzana, es tener el mínimo de estructura y de militancia, salvar la cuota que exige la ley para no perder el registro, ya si, en un golpe de suerte, logran obtener la victoria en algún municipio, como en el caso de Alto Lucero, la usura es mucho mayor. 

Lo demás es lo de menos. 

El Partido del Trabajo es otro claro ejemplo de esos negocios familiares sostenidos gracias a las prerrogativas, de esos institutos políticos que son regenteados por los mismos personajes desde sus inicios 

Por cierto, en las últimas semanas el tal Vicente se ha convertido en todo un crítico del sistema, nada le parece y todo le incomoda, salió bueno para señalar. Ojalá y así sea de exigente con el actuar de su hijo Vicente, actual alcalde de Alto Lucero.  

Todo indica que la luna de miel con Morena ya se acabó y que, de ahora en adelante, cada quien por su lado.  

Pobre Vicente, como dicen sus allegados, salió igualito a su hermano, no tiene llenadera. 

Provecho.