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Se cumple medio siglo de ‘Bellas de noche’, la película inaugural del cine de ficheras

* «Un cine para hombres que se deleitaban con las conductas esencialmente machistas de las y los protagonistas»: ex titular del Imcine, Jorge Sánchez

Ciudad de México, 12 de mayo de 2025.- Algunos gustosos defensores del cine mexicano anhelan construir una máquina del tiempo para viajar al lejano año de 1975 e impedir la filmación de Bellas de noche, película con la que se inaugura el llamado cine de ficheras, género cinematográfico netamente mexicano que definió la década de los 80 en la pantalla grande, sumergió en la oscuridad al cine nacional, provocó el abandono del público y el posterior deterioro de las salas de cine del país, además de evidenciar la corrupción en la política cultural de la época.

Si bien un año antes Alberto Isaac había hecho su filme Tívoli, la cinta Bellas de noche marcó el inicio del género. Estuvo dirigida por Manuel M. Delgado y protagonizada por la sensual Sasha Montenegro, el atlético actor Jorge Rivero, la actriz del género Carmen Salinas, el par de cómicos Rafael Inclán y Lalo El Mimo.

Este año, cuando se cumple el cincuentenario de Bellas de noche, ha pasado de lo cochambroso e indecente a ser calificada de forma más tersa. El tiempo también ha sido amable con el género, incluso se ha trasformado su nombre: del socarrón cine de ficheras por el indulgente sexicomedia, colocando a sus actores y actrices en un falso pedestal, pues como confesó Lyn May en la Hemerografía galante, de Miguel Ángel Morales: Nosotras contribuimos a la decadencia del cine mexicano, todo fue cine de ficheras.

El cine de ficheras es heredero directo del cine de rumberas, ambos contienen la figura de una mujer que aprovecha su sensualidad mediante su belleza, baile y sexo para conseguir su objetivo, aunque este primer género se vio beneficiado por los cambios sociales y apertura sexual de la década de los 60.

Para el investigador y crítico de cine Rafael Aviña, colaborador de La Jornada Semanal: “Bellas de noche, de Miguel M. Delgado, representa una mentalidad más abierta, no exenta de vulgaridades y obscenidades, donde las palabrotas, los albures y los desnudos se volvieron moneda corriente y en donde surgirían notables cuadros de producción y actores, que no sólo sostuvieron en buena medida a la industria fílmica de esos años, sino que aportaron un cine vivaz, quizá excesivo y repetitivo, pero muy libre, que acabó, por supuesto, trastocándose en fórmula genérica”.

Continuando con su explicación, Aviña recalca: Es un exitoso modelo para armar, escapista, antisolemne, irreverente y popular en el que la atractiva Sasha Montenegro barrió con el cuadro fílmico nacional en pleno echeverrismo y su cine de denuncia social, con una serie de afamadas sexicomedias, repletas de albures, leperadas, desnudos femeninos y melodías tropicales.

Para el productor, ex titular del Instituto Mexicano de Cinematografía y ex director del Festival Internacional de Cine de Guadalajara, Jorge Sánchez: “Bellas de Noche representa dos cosas: la ruptura de los productores privados con Rodolfo Echeverría, su política pública para el cine nacional, y su hermano, el presidente Luis Echeverría. Recordemos que la política pública sobre el cine nacional se extendió sobre actividades que tradicionalmente fueron de interés y competencia de la iniciativa privada, como las relativas al comercio; es decir, la venta de boletos y alimentos (vale decir que es la actividad más rentable de la industria cinematográfica) y de las negociaciones para vender, prevender o coproducir películas con determinados actores o actrices. De ahí viene la expresión ‘de a canción por rollo’, o sea, una canción por rollo de 35 milímetros, o nueve canciones promedio por película (de ahí el conocimiento extenso de nuestra música en la educación sentimental de los latinoamericanos) y esta característica la conservó Bellas de noche, además de que rescató un escenario que fue inherente a la época de oro: el cabaret”.

Arma de dos filos

En su análisis, Jorge Sánchez concluyó que la segunda cosa que representa la película sería un arma de dos filos, tratando de probar que había una temática no explotada por la mayoría de las producciones alentadas por la política pública oficial, y que ellos (la iniciativa privada) sí sabían hacer un cine rentable, resultó en una fractura de públicos que tenía sus orígenes en el cine de la época de oro, que era un cine familiar, éste era un cine para hombres que se deleitaban con las conductas esencialmente machistas de las y los protagonistas.

Por su parte, el periodista cinematográfico Sergio Raúl López señaló que la sexicomedia a la mexicana era una respuesta a las candentes películas subidas de tono que llegaban de Italia, Francia o Estados Unidos, pero en ninguno de estos países la condena y el oprobio cayeron sobre aquellas producciones como sí lo hizo el discurso presidencial que exigía cine de calidad, un terminajo que sigue aplicándose al cine subsidiado con dinero público en nuestro país.

Lamentablemente, medio siglo más tarde, el prejuicio y la minusvaloración de los géneros nacionales como los charros cantores, los luchadores contra monstruos, el cabaret, las traileras y hasta los corridos y relatos del mundo del narco, son mirados de soslayo y con un aire de superioridad que evita reflexionar a fondo sobre el pequeñísimo porcentaje de la población de esta nación que tiene acceso, o al menos noticia, de los más de dos centenares de filmes que producimos anualmente sin mayor repercusión pública.

Miremos, entonces, con nuevos ojos, a ese cine setentero poderosamente popular y con fórmulas que verdaderamente hizo industria. ¡Vivan las bellas, aunque sea sólo de noche!

El joven crítico Sergio Huidobro consideró: “Como un brote de vida silvestre que emerge entre las grietas del asfalto, Bellas de noche encontró las piezas desvencijadas del cine de salones nocturnos, de rumberas, del drama pugilista de boxeadores derrotados y del cine negro para alumbrar un género nuevo y fértil –las ficheras– que entre vulgaridad arrabalera y sexismos color neón, capturó fragmentos hasta entonces ocultos de la idiosincrasia mexicana y capitalina”; además, mencionó: “corrían los años 70 del peor echeverrismo y en el horizonte se vislumbraba la debacle industrial del cine de los años 80. En ese entorno, Bellas de noche, nido prosaico para varios mitos de la pantalla y dirigida por un veterano eficaz del cine de géneros populares, fue una bisagra que, vista a la distancia, divide al cine de autor setentero de las ficheras subsecuentes, combinando ambas vertientes del cine ambientado en la noche de un Distrito Federal que estaba a punto de extinguirse”.

LA JORNADA/Jorge Caballero

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