* El jugador uruguayo tenía el cuarto tanto para Cruz Azul en el primer tiempo vs. Real Hope
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La Concacaf Champions Cup es un torneo que, como un hechizo futbolístico, suele desatar momentos insólitos e irrepetibles, donde la lógica se desvanece y lo inesperado toma el protagonismo. La noche de este martes, en el imponente Estadio Olímpico Universitario, se vivió una de esas escenas que desafían toda explicación racional, cuando los Cementeros del Cruz Azul de México y el Real Hope de Haití protagonizaron un instante digno de ser recordado por generaciones.
El reloj marcaba el minuto 33, y el Cruz Azul ya se encontraba con una ventaja contundente de 3-0 en el partido, ampliando el global a un lapidario 5-0. Todo parecía indicar que el destino tenía reservado un festín de goles para el equipo dirigido por el uruguayo Vicente Sánchez, especialmente después de que el arquero caribeño, Gooly Elien, viviera un auténtico viacrucis con tres errores garrafales que fueron capitalizados en un lapso de apenas seis minutos.
Disparo del Toro Fernández y el regalo a Nacho Rivero
Y entonces, como si los dioses del fútbol hubieran decidido jugar con el destino, se gestó una jugada que parecía estar escrita para sellar la humillación definitiva. Un centro venenoso emergió desde las afueras del área visitante, atravesando un torbellino de rebotes antes de colarse por el costado derecho del área. Gabriel ‘Toro’ Fernández, con la fiereza de su apodo, conectó de primera intención un disparo cruzado. La fortuna parecía ya decidida, pero un defensor haitiano desvió el balón en un último esfuerzo, dejando al guardameta atrapado en un limbo, ni dentro ni fuera de la jugada.
Y fue entonces cuando el destino, ese caprichoso narrador de historias imposibles, decidió que aún no era momento de otro gol. Por el otro extremo del área, emergió Ignacio Rivero, con la oportunidad de su vida. La portería, un abismo desprotegido ante sus ojos, se erigía como la presa perfecta. Solo necesitaba un toque, un sutil empujón con su pierna izquierda para convertir lo inevitable en una realidad.
¿Cómo falló el gol sin portero Nacho Rivero?
Pero el fútbol, en su eterna magia impredecible, tuvo otros planes. En un giro que desafiaba toda lógica, la dirección del disparo de Rivero se desvió de manera inexplicable. La pelota, en lugar de besar las redes y sellar la goleada con un estruendoso rugido de la afición, se perdió en la nada, decretando un saque de meta que dejó a todos, desde los jugadores hasta los espectadores, atrapados en una mezcla de asombro y desconcierto.
Así es la Concacaf Champions Cup, un torneo donde la realidad y la fantasía se entrelazan, donde lo impensado se vuelve tangible y donde, a veces, la línea entre la gloria y la incredulidad se disuelve en un solo instante.