La madre es cómo el agua, se tiene todo los días, cubre tu aparente rostro así como el que solo ustedes conocen, con caricias y bendiciones.

No se dosifica ni aun cuando da inicio su decremento, más sin embargo su preponderancia sigue siendo bendita, ya que aun en su agonía sigue aportando vitalidad y frescura.

Pero llega el final, y solo entonces te das cuenta de que tus manos y tu boca se han quedado secas, pues su existencia es inolvidable e irrepetible, ya que su mano permanece en la tuya, y ahí ha estado  mucho antes de tu llegada y estará mucho después de su partida

 

Julio Alducin