Ahora sí, ya de manera oficial, habrán de iniciar su proselitismo político los dos principales aspirantes al gobierno de Veracruz.
Por un lado, el peroteño, José Francisco Yunes Zorrilla y por el otro la zacatecana Rocío Nahle.
El espacio de precampaña debió permitirles analizar si están haciendo bien las cosas, les debió haber dado un panorama más amplio de los reclamos de la sociedad, ahora ya deben tener un escenario que les permita conectarse, aún más, con el electorado. Seguramente habrán entendido que con los acarreos y los grandes mítines no se gana.
Sí eso no lo asimilaron están condenados a la derrota, al fracaso.
Lo cierto, es que tanto el peroteño, José Francisco Yunes Zorrilla como la zacatecana Rocío Nahle, van con todo.
Ambos, desde ahora, se dicen ganadores, enarbolan banderas de triunfo.
En realidad, lo que el electorado espera son unas campañas propositivas, de altura, donde la sociedad tenga la oportunidad de conocer sus ofertas políticas y, por supuesto, sus proyectos de gobierno.
Lo demás es lo de menos.
Los aspirantes al cargo deben dejar de lado el encono y las acciones que dividan a la sociedad.
El pueblo merece respeto.
Claro que sí.
Nada de enrarecer el ambiente del proceso electoral, al contrario, deben abonar al reclamo justo de la sociedad veracruzana.
Los tiempos actuales exigen un trabajo serio, un actuar de gente pensante, madura, inteligente, centrada.
Los errores de su discurso político ya los deben tener identificados. Los aciertos deberán ponderarlos sin caer en la vanagloria. La sencillez por delante.
Los absurdos deben dejarlos para otros tiempos.
Al otro candidato ni para mencionarlo, renunció al PAN bajo el argumento de que es un partido el cual es manejado por una familia y, pobre iluso, fue a caer a otro instituto político que está peor, ese lo regentea un solo mercenario.
Ese sí es un mercader de la política.
Provecho.