En la entidad el tricolor ha dejado de ser una opción electoral.
Simulando ser oposición, no es otra cosa que una rémora que utilizan los chairos para zancadillarse entre ellos.
Ese que hace las veces de dirigente, más no líder estatal, no es otra cosa que un porteño al servicio del aparato oficial, un arlequín, es un mercenario de la política ya que a decir de sus cercanos al tan Ramírez Marín, le ha dejado muy buenos dividendos el ponerse a las órdenes del morenito, así con cariño.
Con más de veinte años en agonía el Revolucionario Institucional no vislumbra mejoría, al contrario su tribulación se prolonga, mientras varios «destacados priistas» se pelean por los escombros que quedan, riñen por los restos.
En estos momentos el Revolucionario Institucional no tiene manera de atraer al electorado, no cuenta con propuestas sensatas, sus luchas intestinas las observa con detenimiento el electorado y eso lo decepcionada cada vez más, la bandera que enarbola es la de la decepción, las esperanzas de gloria no se  vislumbran por ningún lado.
En los últimos años al tricolor lo han invadido los escándalos de corrupción, la podredumbre de sus entonces gobernadores, las fracturas internas, todo eso lo ha llevado convertirse en un partido político irrelevante, insípido.
En el 2012 la fuerza de algunos gobernantes emanados del tricolor le dieron fuerza para resurgir, en su momento fueron una auténtica bocanada de oxígeno para volver aposentarse en la silla principal del palacio nacional. Reconquistaron el ejecutivo federal lo que le permitió retomar el poder por otro sexenio más y hasta allí.
Pero se confiaron, les valió madre todo y ahora sufren las consecuencias.
Los escándalos de corrupción lo hundieron y las corruptelas de los gobernadores lo enterraron.
La jornada electoral del próximo domingo, sin lugar a dudas, puedes ser el inicio de su extinción. El PRI tiene rato que está en agonía.
Provecho.