Tanto que ha presumido de honestidad, de cero corrupción y quien sabe cuanta succionada más y salió peor. 

Si, el tabasqueño, el López de palacio nacional tenía una sobrada razón cuando pregonaba que ellos eran diferentes. Estos salieron más cínicos, exageradamente descarados e inmoderados en sus rapacerías.  

Estos sí que no tienen llenadera. 

Ignacio Ovalle Fernández, es la mejor y más clara muestra del valemadrismo obradorista. De ese cinismo rampante que le caracteriza y que, hasta donde se aprecia, lo trae tatuado en el pellejo. 

Sí señor, el López de Macuspana es grosero y lo que le sigue. 

Por lo que se aprecia Ovalle Fernández no es Rosario Robles, el rasero no es el mismo. En el tema de SEGALMEX hay complacencia, opacidad, disimulo y desfachatez. 

Hace unos días se dio a conocer que la Auditorita Superior de la Federación y la Secretaría de Función Pública, le metieron la mano al tema de fiscalización de SEGALMEX encontrando, en el periodo del 2019, al último mes de 2021, posibles anormalidades siendo así que la primera dio la cifra de 3,465 millones y la segunda de 6 mil millones. 

Que le parece. 

El monto del fraude en este organismo público descentralizado, garante de promover la productividad agroalimentaria y emparentado a la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural-fácilmente rebasa los doce mil millones de pesos. 

Lo curioso es que estos dígitos, por mucho, superan al tema de Rosario Robles ya que lo descubierto en SEGALMEX es cuatro veces mayor de aquella famosa “Estafa Maestra”. 

Como la ve. 

Cinismo puro, valemadrismo a su máxima expresión. 

Ahora a quien le van a echar la culpa, esto también es cosa de las administraciones pasadas. 

Por favor. 

Más seriedad señores.  

Más respeto a ese pueblo sabio. 

Lo más grave de todo esto es que el López de Palacio nacional, erigiéndose en juez, ya ha deslindado, ya ha limpiado de culpa a Ignacio Ovalle. Aquí no pasó nada. No hay responsabilidad alguna para el político que le dio su primera chamba, dentro de la administración pública. 

Con lo anterior solo se deja constancia, una vez más, que ese discurso anticorrupción que a diario promueve el López de Macuspana no deja de ser mera elocuencia. 

Porque eso de instrumentar sistemas eficientes para prevenir conductas delictivas, eso de la honestidad de los chairos y quien sabe cuántas succionadas más, no es otra cosa que puras estiradas más del dueño de “La Chingada”. 

Lo que sí existe es una verdadera falta de voluntad política para averiguar la verdad. 

Lo cierto es que la “estafa maestra” dio cuenta de auténtico antecedente de corrupción arrogando como consecuencia que Robles Berlanga permaneciera tres años en prisión, sin que el asunto se encuentre cerrado.  

Ahora que ¿va a pasar con Ovalle Fernández? 

Nada, seguramente nada. 

El hilo, como siempre, se va a romper por lo más delgado, sólo habrán de caer charales, nada de peces gordos.  

Que escasa progenitora.