El nombramiento de Porfirio Muñoz Ledo como embajador en Cuba es una operación diplomática de legítima defensa.

El presidente conecta un doblete: manda a Cuba a un político prominente, él sí con experiencia diplomática y logra que uno de sus críticos más agudos radique a casi dos mil kilómetros de distancia.

Por si fuera poco, mete a Muñoz Ledo a la agenda latinoamericana, que le gusta y domina, y lo saca de los jaloneos cotidianos con dirigentes de Morena, a quienes propinó varias palizas.

Es claro que Porfirio se las arreglará para tocar temas nacionales desde La Habana, pero no será lo mismo, o al menos eso se espera en Palacio Nacional.

Eso sí, la prensa de la isla lo buscará con frecuencia.   |  Se destaca en “Pepe Grillo” de La Crónica.