· Nadie sabe a donde acercarse ni quien les brindará protección y seguridad: señala

Irineo Pérez Melo

Xalapa, Ver., 09 de enero de 2022.- Los lamentables hechos de violencia, registrados en los últimos días en la entidad, ponen en evidencia la triste y lacerante realidad que en todo el estado de Veracruz estamos viviendo. Estamos viviendo momentos de mucha obscuridad que está generando incertidumbre, temores y miedo a la gente, aseguró la Iglesia Católica.

“De norte a sur y de este a oeste se sabe de historias dramáticas que la gente está viviendo y que la mantienen en la total indefensión. No saben a dónde acercarse ni quien les brindará protección y seguridad”, se señala.

En un comunicado emitido por la oficina de Comunicación Social de la Arquidiócesis de Xalapa, se menciona que a las amenazas de la llegada de una cuarta ola de COVID, ante la que no estamos blindados, se agrega ahora un ambiente de horror y de muerte que deja una estela de dolor, luto e indignación.

“Los afectados siguen siendo los ciudadanos. Las familias temen por sus hijos y los hogares se sienten en la orfandad”, se señala en el documento signado por el presbítero José Manuel Suazo Reyes.

Se recuerda que el pasado 6 de enero, mientras en muchos hogares los niños disfrutaban alegremente por los regalos de los reyes magos, una muy lamentable y triste noticia empezó a circular. El hogar de una familia xalapeña fue allanado y una pareja de adultos de la tercera edad que ahí vivía, fue terriblemente agredida, el saldo que quedó fue el de una mujer brutalmente asesinada a golpes y su esposo con heridas mortales.

Por otra parte, al sur de Veracruz, tan sólo un día después, dejaron 9 cadáveres a la orilla de una carretera. Esto es sólo una muestra de muchas otras cosas.

Ante esta situación, se menciona que necesitamos tomar conciencia de que el ser humano tiene una dignidad que debe ser respetada desde que es concebido hasta su muerte natural. La cultura de la muerte no puede imponerse, aunque tenga muchos promotores y aplaudidores. La cultura de la muerte sólo nos lastima y nos denigra.

“Esta realidad obscura es la que ha venido a sanar el Hijo de Dios. La respuesta a los signos de la muerte es la presencia del hijo de Dios que con su bautismo nos recuerda que cada persona está llamada a ser un hijo predilecto y una morada divina”, se indica.

Ante esta desafiante realidad, refiere, el bautismo de Jesús nos recuerda la grandeza de estar bautizado. Como nos narra el evangelio de lo que sucedió con Jesús, también para cada bautizado se han abierto los cielos. Dios nos ha mirado con misericordia y nos adopta como sus hijos muy amados. También sobre cada bautizado se ha posado el Espíritu Santo y por lo tanto hemos renacido a la vida de gracia y esa es nuestra vocación, no la cultura de muerte que tanto daño nos hace.