Ni modo, ya ni llorar es bueno, y solo le quedará lamerse las heridas después del enorme fracaso que sufrió el oportunista Enrique Santos Mendoza.
El empresario transportista y exdiputado local debe admitir que fue timado; por lo tanto, tiene que reclamarles a todos aquellos que lo engañaron, haciéndole creer que podía gobernar un municipio en el que no tiene raíces, y que intentó apoderarse a la fuerza de la candidatura a la alcaldía por Morena.
Creyó en esas personas y aduladores que lo impulsaron como promotor de la Cuarta Transformación, pero al final le salió el tiro por la culata. Ni modo que intente hacer que todos vomiten el dinero que les dio por respaldarlo, e incluso que entregó por el nombramiento.
Lo único que le queda es saborear la derrota, y les aseguramos que ya no lo verán en el «pueblo trágico», ni volverá para dar las gracias. ¡Buen provecho!