Así que, bajo la conducción de Cuauhtémoc Blanco, el estado de Morelos está convertido en un paraíso de opacidad. Y es que el primero en poner el ejemplo es el propio mandatario, quien en lo que va de su mandato no ha accedido a hacer pública su declaración patrimonial. No se sabe qué bienes tenía el exfutbolista al llegar al cargo y cuáles tiene ahora, cuatro años después. Las instituciones que deberían ser garantes de la transparencia están atrapadas en una maraña burocrática y política que le permite a Blanco y a otros servidores públicos mantener en la oscuridad su patrimonio. Y para colmo, el Sistema Estatal Anticorrupción es inoperante desde el pasado lunes, pues sólo cuenta con uno de cinco integrantes, debido a que el Congreso local no ha nombrado a los demás. ¿A qué suena eso?   |  Se lee en “Rozones” de La Razón.