* Encargado de la funeraria Tepeyac en la colonia Progreso de Xalapa, pide permiso a los difuntos para trabajar con ellos

* Reconoce que en ocasiones ocurren cosas inexplicables mientras embalsama

Susana García Parra

Xalapa, Ver., 28 de octubre 2021.- Desde hace 43 años, Diego Carrasco se dedica a trabajar como embalsamador, una labor nada sencilla y que no cualquiera se atreve a realizar, sin embargo, “alguien debe hacerlo”.

En entrevista para Golpe Político, recordó que el deceso de su hermana a temprana edad, generó que el tema de la muerte le llamara la atención, ya que siempre quiso saber qué le hacían a alguien cuando fallecía.

Al crecer lo descubrió y se apasionó por el trabajo, que consiste en recibir a personas que murieron, embalsamarlas y embellecerlas para que sus familiares tengan una buena última impresión de la persona fallecida, algo que requiere un profundo respeto a la muerte.

“Hay que quitar todo con lo que venga como ropa o gasas y se desinfecta el cuerpo, nos esperamos un poquito y empezamos a trabajar con el embalsamado (…) Posteriormente, se baña al difunto, se viste y se arregla. Si es hombre se rasura y peina y si es mujer se maquilla”, expresó.

Aseveró que a muchas personas les intimida su labor por el temor de que los asusten, algo que reconoció sí es muy común que ocurra.

Y es que admitió que, aunque él es una persona incrédula, hay cosas que pasan en el ambiente funerario.

“Algunas veces te tiran las cosas y no hay explicación (…) Yo he escuchado quejidos y he visto tics nerviosos en los cuerpos, luego les acomodo los brazos y de repente los estiran. Incluso luego están muy rígidos y por inercia cuando les mueven la mano la cierran, pero todo esto es parte de esto”, dijo.

Narró que conoció a una persona que ya falleció y que todos achacan a que fue por miedo, ya que se espantó cuando, según él, vio a un fallecido sentado. Tuvo otro compañero que escuchó quejidos mientras cremaba a alguien. También falleció después de eso.

Diego afirma que mientras trabaja le pone música a los difuntos, les habla y les pide permiso para trabajar. De forma inexplicable, sí funciona para hacer más fácil su labor.

“Hay cosas que no sé que tengan que ver o porque sucedan, pero hay cuerpos que vienen bien tensos, rígidos, les hablo y les aviso que voy a trabajar con su cuerpo, que estén tranquilos, relajados y les pido que me dejen chambear para que se vean bien y parece que se sueltan y lo dejan a uno trabajar”, dijo.

Aunque también hay veces que llegan personas con “la sombra pesada”, con la que es más difícil trabajar.

“Algunas veces al estar aquí se siente el ambiente pesado, de malas, pero hay gente que no, que se va con una tranquilidad, parece que el difunto se está riendo, está dormido, se va en paz, pero hay personas que aunque intentemos componerle la cara, no nos deja”, dijo.

Actualmente, es encargado de la Funeraria Tepeyac, ubicada en la colonia Progreso en Xalapa. Algunos trabajadores refieren que en el crematorio espantan o que en las salas de velación hay una niña que luego se escucha que está jugando.

Él no trabaja con miedo, ni ninguna de las personas que colaboran ahí, lo hacen con un profundo respeto y con las ganas de darle una buena imagen a los fallecidos para que sus familiares los recuerden de la mejor manera posible, “en algunos casos, estamos prácticamente para reconstruir restos humanos y darles la mejor imagen posible para que su familia pueda llevarse una última impresión buena de sus fallecidos”,

Aunque no siempre es fácil, especialmente cuando se trata de niños, “estos son los que duelen, de un adulto piensas que ya vivió y gozó, pero ver a un niño sí es lo más duro y luego ver a la familia como está de destrozada y devastada por su bebé, eso sí duele”, concluyó.