Vaya que en la entidad veracruzana nos ha pegado fuerte dicha pandemia. 

En buena medida por culpa de nuestras autoridades, pero también por desidia de la población. 

El valemadrismo de muchos ha costado muy caro a otros. 

Sobra decir que los casos se han incrementado de manera alarmante, afortunadamente solo ha sido necesaria la hospitalización ya que las defunciones no progresan con la misma rapidez de meses atrás, lo que nos podría indicar que la vacuna ha hecho su efecto, por eso el exceso de confianza de la población. 

Ya nos habían alertado de una tercera ola, aviso que a una buena parte de la población le valió madre, a los comercios, esencialmente centros nocturnos y bares, también, ellos querían el billete, ya no soportaban más encierro y ahora a bajar las cortinas de nuevo, les salió más caro el caldo que las albóndigas. 

Según datos de la Secretaría de Salud, allí donde manda el neumólogo pediatra, ya son más de 70 mil casos confirmados de COVID-19 en la entidad. 

El surgimiento de las variantes con características de mayor tasa de contagio y más agresivas, es algo que se debe tomar muy en serio. 

Mientras no se aplique una política de comunicación más diáfana en relación con las medidas de prevención del contagio, al igual que políticas más activas en temas como las pruebas y  

no se pise el acelerador en la aplicación de la vacuna, la posibilidad de que esta tercera ola crezca es muy alta, con las invariables afectaciones en mortalidad y de paso el freno a la precaria recuperación económica. 

Lo más lamentable es que nuestra entidad, junto con Querétaro, Guerreo, Oaxaca, Michoacán, Puebla y Chiapas, figura entre los estados con menor porcentaje de población inmunizada.