Vaya que es tozudo el tabasqueño. 

Sin mayor empacho le gusta exponer a sus gobernados y, lo que es peor, a los niños. 

Millones de padres de familia se preguntan ¿Cuál es la prisa por regresar a las aulas? 

No, no hay ninguna, para ellos, sobra decirlo, la salud de sus hijos es primero. 

Un sin número de patriarcas están más que preocupados por esta medida. 

El riesgo que corren sus hijos es mayúsculo, la salud de sus vástagos no tiene precio, como también millones de jefes de familia no tienen para las medicinas, para el tratamiento que les salve la vida. 

Ellos no pueden, pero ni en sueños, mandar a sus hijos al extranjero a ser tratados por alguna enfermedad, ellos no cuentan con los recursos financieros para pagarle a la nuera o a la hija el nacimiento de su bebé en un hospital privado del vecino país del norte. 

Que escasa progenitora. Claro que sí. 

Apenas hace unos días en la capital del país, tuvieron que echar atrás esa medida. 

La Secretaría de Educación Pública dio a conocer que se suspenden las actividades presenciales en las escuelas públicas y privadas de educación básica, normal y actualización del magisterio. Lo anterior debido al regreso a semáforo amarillo. 

Ya basta de vaciladas, el valemadrismo del tabasqueño es admirable. 

Tanto cinismo desconcierta. 

De igual forma que acaso esos eruditos de la educación no logran entender que, por la naturaleza de su edad, los niños y jóvenes, sin pensarlo, se pueden retirar el cubrebocas, o bien tocar la cara o consumir algo sin enjuagar sus manos, situaciones que implican un alto riesgo de contagio. En qué cabeza cabe exponer demás a los alumnos, eso es muy arriesgado ya que el ciclo escolar termina en julio, lo más sensato sería finalizar el calendario escolar y, quizá, reiniciar en el mes de agosto. 

O que acaso los mandan a clases por que los menores de edad es un sector de los menos afectados por el coronavirus, entonces bien vale la pena recordar que eso no implica que estén descartados de riesgo o no haya contagiados de esa edad.  

Ojalá entienden que consentir el retorno a las clases presenciales en esta época de rebrote aumentaría en gran medida el número de menores infectados, de los cuales un porcentaje, por pequeño que sea, podría enfermar de gravedad, cifra que alcanzaría un número muy considerable al ser millones de infantes y jóvenes los que vuelvan a las aulas 

Así de sencillo. 

Reiteramos, el regreso a los salones en este momento en que se habla de un rebrote implica un alto riesgo ya que se expondría tanto a alumnos como familias a contagiarse de COVID-19. 

Provecho.