Durante décadas, el relato informativo a propósito de la entrega de informes de fiscalización de la Auditoría Superior de la Federación implicaba poner el reflector sobre entidades, oficinas o dependencias de las que se señalaban irregularidades u observaciones, que podían terminar en procesos administrativos o incluso penales. Era un acicate para que los observados de inmediato atendieran los cuestionamientos usualmente incómodos. Era un proceso social de rendición de cuentas que obviamente detonaba debates o confrontaciones políticas. Pero esa realidad esta semana dio un vuelco y por primera vez en mucho tiempo las miradas críticas no están sobre el desempeño de la administración pública sino sobre el organismo fiscalizador y su cabeza. De ese tamaño es el nivel de trastocamiento provocado por David Colmenares, nos comentan. Relata «Rozones» de La Razón de México