Milenio

Guadalajara, 28 de noviembre de 2020.- El recuerdo más reciente es el de una Feria Internacional del Libro de Guadalajara colmada de lectores y autores, una FIL con saludos y abrazos, con largas filas para entrar a la Expo de Mariano Otero y Avenida de la Rosas, de multitudes recorriendo los pasillos, deteniéndose en los stands de las editoriales o en los restaurantes del interior de ese edificio multifuncional en donde durante tantos años ha sido posible escuchar las palabras de los más grandes escritores de nuestro tiempo, de atestiguar encendidos debates y reflexiones profundas sobre los grandes problemas o sucesos de esta época de vertiginosos cambios.

La FIL de Guadalajara ha sido también, entre otras muchas cosas, el punto de encuentro y de partida hacia otros lugares donde, al finalizar las actividades, aguardan la conversación, las risas, los desvelos en restaurantes, bares, salones de baile, casas de amigos radicados en esa ciudad donde la Feria transcurre en un clima cálido en todos los sentidos. Por eso, resulta inevitable sentir nostalgia ante su suspensión física. Los lectores y autores no podrán acudir presencialmente a su cita anual, aunque les queda el consuelo de su realización virtual, donde la conversación es posible, pero no es igual.

Caminar esta mañana por la Expo y sus alrededores es sentir el peso de la soledad, penetrar a su interior es descubrir un mundo inédito. En algún sitio los técnicos alistan sus equipos y conexiones para transmitir conferencias, discursos, presentaciones de libros a una audiencia que puede estar en cualquier parte, menos en ese lugar donde se fomenta la lectura y se promueven el diálogo y el intercambio de ideas, siempre tan necesarios.

La pandemia por covid-19 ha impuesto una nueva cotidianeidad en estos días de feria, pesa la ausencia de tantos miles de visitantes y todo se ve vacío: la Expo, los hoteles, los restaurantes, las tiendas, el aeropuerto, los taxis…

Han transcurrido 34 años de que se creó la FIL de Guadalajara, hoy por primera vez todos: escritores, público, agentes literarios, empleados de las editoriales la verán transcurrir frente a las pantallas de sus computadoras, mientras tanto es imposible no sentir soledad y nostalgia ante la nueva realidad, que esperemos termine muy pronto.