Crónica

A todos los periodistas nos ocurre, o a casi todos: Termina un debate y la prioridad parece ser saber quién ha ganado; para ello, hay medios que incluso se lanzan a hacer el esfuerzo titánico de llevar a cabo encuestas inmediatas para saber qué piensa el electorado. Y el debate, el segundo y último e estas elecciones, entre Donald Trump y Joe Biden no fue excepción. Hay un relativo consenso en los medios en que el vencedor fue el demócrata, pero ¿y si nos equivocamos?

Basándonos en lo evidente, lo que vimos, podemos considerar que ganó Biden. Observamos a un hombre íntegro, presidencial, con argumentos, con un plan, capaz de defenderse de las mentiras del mandatario republicano y de ofrecer una visión de unidad y de futuro a sus potenciales votantes.

En cambio, Trump repitió sus mentiras habituales y buscó excusas y pretextos para sus graves errores durante la pandemia.

Sin embargo, no podemos olvidar que Trump, aunque ofreció el mismo contenido, varió profundamente las formas; finalmente escuchó a sus asesores y no interrumpió prácticamente nunca a Biden, algo que está en las antípodas del caso que creó en el primer debate. La falta de interrupciones hizo que no solo Biden pudiera explayarse tranquilamente, sino que el presidente también pudo hacerlo.

Así, detalló por ejemplo cómo su elaborado plan de salud es el mismo de hace cuatro años: reemplazar Obamacare con un “hermoso” sistema sanitario.

Sin embargo, pese a sus mentiras, el mandatario republicano logró algo nada despreciable: No parecer un loco desquiciado, como ocurrió en el primer debate. Porque aquello no solo no le hizo ganar votantes, sino que, como se dice en el argot, erosionó la base de electores que ya tenía. Y sí, el nivel estaba tan bajo que superarlo no era tarea difícil para la mayoría de políticos, pero sí lo era para Trump. De hecho, los analistas no creían que fuera capaz de callar mientras Biden hablara y sí lo logró.

El presidente guardó las formas y, aunque sabemos que eso es una ficción y que su verdadera naturaleza es la que mostró en el primer debate, su actuación de anoche puede lograr que mucha gente asustada por las formas de Trump en el primer debate regrese ahora al redil republicano tras ver la tan admirable como previsiblemente efímera contención del presidente.

Incluso si Biden logró apelar de forma eficaz a indecisos con su llamado a la unidad y su mensaje de “tu familia me importa”, Trump puede haber logrado convertirse en el verdadero ganador del debate, por mucho que Biden fuera mucho mejor. Y sí, seguramente al mandatario le ayudó que no le preguntaran esta vez sobre si aceptará una derrota electoral, pero tampoco olvidemos que Biden se ahorró a su vez la incómoda pregunta de si piensa ampliar la Corte Suprema en caso de ganar.

En definitiva, no sería una gran sorpresa si las encuestas que se realicen estos días, y que se publicarán cuando falten alrededor de 7 días para la elección, muestran un estrechamiento de la distancia entre ambos. Y es difícil creer ahora mismo que una leve mejoría en las encuestas suponga poco más que convertir la negra perspectiva electoral de Trump en una perspectiva gris oscuro, pero puede que este loco desquiciado no haya dicho su última palabra.